La mundialización abarca los problemas de las sociedades a escala planetaria, pero la resolución de estos problemas está lejos de ser satisfactoria. La mundialización protege la circulación de mercancías y de capitales y penaliza la circulación de personas que, a pesar de todas las dificultades, ha aumentado en las últimas décadas. Según el autor, existen cuatro ejes de acción en la economía que deben ser abordados: la desigualdad, la especulación financiera, el comercio internacional y la regulación laboral.
El autor considera también que es preciso desmantelar el modo de pensar del poder dominante “despellejando” conceptos como el de mundialización, flexibilidad u otros, y aprender a pensar críticamente “por nosotros mismos” y a transmitir los conocimientos y la emoción de nuestro de nuestro propio compromiso para cambiar el mundo. Conferencia celebrada en Sevilla, España, el 17 de junio de 2011 en la clausura de la XXV Escuela Confederal de Juventud del sindicato Comisiones Obreras (CCOO).
El primer eje, la desigualdad, debe ser abordado de manera polivalente y multidimensional. En primer lugar la desigualdad de reparto de ingresos ha alcanzado niveles escandalosos. Los avances en materia de desigualdad de género y en otros ámbitos se han venido abajo con la crisis financiera, y con ellos, la concepción de la prioridad de este tipo de políticas. Pero hacer frente a las desigualdades de ingresos no incumbe solo las políticas paliativas de redistribución sino el cuestionamiento de los modos de intercambio de los propios mercados.
El segundo eje que hay que abordar es el extraordinario predominio de la esfera financiera. La desigualdad tan grande ha puesto en manos de una pequeña minoría una gran cantidad de recursos. El funcionamiento de las finanzas mundiales en la actualidad hace que esos recursos se reproduzcan de manera ficticia y exponencial en el mercado financiero distorsionando el valor del mercado productivo. Además, la poca regulación del sector permite que se creen productos financieros de mucho riesgo que provocan crisis más profundas que nos acercan más frecuentemente al colapso general.
Esta “economía de casino” ha ocupado el lugar fundamental en la economía mundial. Las políticas de austeridad de los Estados provocan el endeudamiento de las familias que a su vez son la materia prima que los bancos utilizan para construir su frágil y enorme castillo de naipes financiero mundial. Antiguamente la actividad bancaria sostenía y complementaba la economía productiva y la riqueza real de los países mientras que actualmente la fagocita y la destruye. En tercer lugar, el comercio internacional se funda en un sistema cínico y criminal en el que los países ricos predican la apertura de los mercados de los pobres mientras protegen los suyos propios. La injusticia proviene de querer tratar de forma igual a países desiguales, en lugar de proteger a las economías más empobrecidas. A eso se añaden los fondos financieros que ofrecen muchos bancos a sus clientes, que apuestan al encarecimiento de productos básicos matando a muchas personas de hambre en todo el mundo: un genocidio en el que muchos clientes participan y sobre el que tarde o temprano deberá hacerse justicia.
Un cuarto elemento es la necesidad de un sistema impositivo mundial que haga frente a la evasión fiscal. Otra dimensión que hace falta activar es el de la necesidad de desvincular el empleo de la lógica del beneficio privado. Hace falta también una coordinación o gobierno mundial, democrático y efectivo así como una re-estimulación de los valores de las personas, de manera que los proyectos para un cambio social se transmitan no sólo mediante la dimensión intelectual sino también mediante la de las emociones y la vivencia cotidiana.
Fuente: Karcomen