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Gobernanza global: orígenes de una idea

Fecha de creación

Miércoles, Marzo 4, 2009 - 09:27


Fecha de la nota : 27 de mayo de 2005
_ Por Corinna Jentzsch

La reflexión sobre la gobernanza global debe conducir hacia un ir y venir entre los diferentes niveles de ejercicio de la democracia, en lugar de hacia la definición unilateral de una hipotética democracia trans o supra-nacional.

El concepto de gobernanza global es sobretodo interesante no como un nuevo avatar de los ideales ilustrados de la paz mediante el derecho o la instauración de una república universal, sino como parte de la problemática, originada en el siglo XIX, de un sistema internacional dual que mantiene una divergencia entre su componente político y sus mecanismos de gestión de intercambios. Es decir, en el análisis de las consecuencias de esta dualidad yde los esfuerzos para superarla o adaptarse a ella.

La problemática de este estudio se basa en que la idea de la gobernanza global intenta colmatar el desfase entre una economía mundial integrada y la persistencia de un órden internacional fragmentado. Desde este punto de vista, esta idea se origina durante la "primera mundialización" al final del siglo XIX. El autor describe la evolución de la idea distinguiendo cuatro fases hasta hoy día y apoyándose en las perspecttivas de cinco autores.

Análisis

El acompañamiento polítco de la mundialización ha suscitado dos lecturas radicales que se ponen a esta regulación: el primero, la lectural ultraliberal, promueve la supremacía final del mercado, el segundo, la lectura soberanista, la soberanía de los estados. La idea de la gobernanza mundial, que proviene de internacionalistas de la escuela idealista (David Held y Richard Falk), trata de establecer un órden democrático internacional, con una sociedad civil transnacional activa, para compensar el declive del papel de los Estados y la erosión de las democracias estatales provocada por la mundialización. Sin embargo, según el autor, esta visión de una futura comunidad mundial es demasiado ilusoria y´estática: la idea de la gobernanza global sólamente tendrá éxito si se la concibe como un “ir y venir entre diferentes niveles de ejercicios de la democracia”. Desde esta perspectiva, el concepto de la gobernanza global no pretende aplicar “las ideas ilustradas de la paz mediante el derecho o la instauración de una república universal” sino reconciliar la dualidad existente entre economía y política.

La primera mundialización, al final del siglo XX y principio del XXI, ha ido acompañada de la producción de normas a escala mundial (comercio, transportes, trabajo, etc.). Sin embargo, esas normas se caracterizan por su débil institucionalización, lo cual es, según el autor, consecuencia del fracaso de esta primera mundialización. En este contexto, Norman Angell (La grande illusion, Hachette, Paris, 1910) se pregunta: cómo una guerra es aún posible si la interdependencia económica ha avanzado de tal forma que una guerra sólo puede ser autodestructiva y no rentable. Como Schumpeter, atribuye la causa a la contradicción entre los intereses économicos (integración e intercambio) y las actitudes políticas (nacionalismo e independencia). Así, hace falta un "estado-mundo" que se apoye en dos pilares: un marco institucional original, y la implicación de los Estados Unidos. Sin embargo, aquellos dos pilares que Angell identificó sólo podrán llegar a realizarse después de la segunda guerra mundial con la creación de las Naciones Unidas.

La creación de las Naciones Unidas fue favorecido por varias corrientes en Estados Unidos: la corriente de los juristas que promovía la paz mediante el derecho y la unidad del sistema internacional de un lado, y la corriente de los economistas que destacaba la mejora de las condiciones económicas para conseguir la paz. Hans Kelsen representa la idea de la supremacía del derecho internacional –una “visión unificada y jerárquica de la gobernanza mundial”, sistema en el que los Estados serían principales protagonistas (sin lugar para una ciudadanía mundial). De esta forma, Kelsen establece un compromiso entre la lógica de la primacióa del derecho, la utopía de un Estado mundial y de un derecho universal. Su concepto de la unidad del sistema internacional, que forma parte de la corriente de los economistas de su época, pretende incluir una organización internacional determinada por reglas e instituciones para diferentes sectores. El sistema de Naciones Unidas ha demostrado claramente que los dos aspectos son necesarios para garantizar la paz, la seguridad colectiva y la cooperación económica internacional. Sin embargo, la guerra fría impidió el desarrollo de un sistema efectivo de regulación internacional.

Durante los años 1970, después del auge de corrientes realistas que trataban de explicar la imposibilidad del establecimiento de una verdadera organización mundial, las derrotas políticas (Vietnam, auge de Europa y de Japón) y económicas (crisis del sistema monetario en 1971, crisis petrolera en 1973), los trabajos de Keohane y (Power and Interdependance, Little Brown, 1977) cuestionan el imperialismo de Estados Unidos y destacan la vulnerabilidad de la economía mundial debido a la interdepencia entre los Estados. La erosión de las jerarquías internacionales modifica el liderato de Estados Unidos de forma que éstos deben aceptar un liderato múltiple, un reparto del liderato con otros Estados (en el G7, mediante el diálogo Norte-Sur, etc.). Sin embargo, el sistema internacional no se adapta a estos desafíos, un nuevo órden internacional fracasa, y las instituciones económicas internacionales serán definitivamente despolitizadas y desconectadas del marco político de las Naciones Unidas.

Durante los años 1990, después de muchos cambios significativos en el escenario internacional, se observa un nuevo interés sobre el tema y un nuevo espacio de reconciliación se abre entre las dos dimensiones totalmente divididas durante la guerra fría: la dimensión política y estratégica bipolar y la dimensión de la regulación de la economía internacional. Una nueva cuestión aparece: la democracia liberal puede mantenerse por sí sola en un órden global o hace falta crear una democracia supranacional? David Held se posiciona en favor de una “democracia cosmopolita” que compense la erosión de la soberanía de los Estados y tenga en cuenta ala emergencia de la importancia del individuo en la escena mundial. El autor cita el ejemplo de la forma en que en Europa se han gestionado éstas tensiones entre democracia y mundialización integrando la economía y la política, desarrollando mecanismos originales de solidaridad social y de regulación multilateral.

Sin embargo, la cuestión fundamental no es la de una democracia que conduzca al horizonte de un gobierno mundial, sino la de las reglas y las normas adecuadas a los problemas de un mundo global. ¿Cómo generar más consenso y adhesión? “la respuesta a la cuestión de la gobernanza mundial es sin duda mucho más diversa, descentralizada y dependiente de los Estados, de lo que piensan los que hoy en día la formulan”.

Comentario

El artículo de Gilles Andréani forma parte de una lógica interestatal de las relaciones internacionales. Desde esta perspectiva, el sistema internacional atribuye a la regulación entre Estados la resolución de cuestiones que ya no pueden resolverse en el marco interno estatal. La economía, que cruza las fronteras entre los estados, necesita la concertación de reglas internacionales y en consecuencia una recuperación política a nivel mundial. En cierta forma, se trata de una visión reductora pues se interesa sobretodo en el desarrollo económico meidante las difrentes etapas de la mundialización. La gobernanza global sólo interesa como un acompañamiento político, basado en la concertación interestatal, de la expansión de la economía.

Gilles Andréani
_ Gouvernance globale : origines d’une idée
_ Politique étrangère, nº 3, 2001, pp. 549-568