El término economía del cuidado se ha difundido de manera relativamente reciente para referir
a un espacio bastante indefinido de bienes, servicios, actividades, relaciones y valores relativos
a las necesidades más básicas y relevantes para la existencia y reproducción de las
personas, en las sociedades en que viven. Como todo concepto en construcción sus alcances y
límites son difusos. Podría argumentarse que en realidad toda actividad humana tiene como
objetivo final la propia reproducción, como personas y como sistema social.
Esto puede ser
cierto, pero la economía del cuidado, con sus ambigüedades, refiere a un espacio más acotado.
Se trata más bien de aquellos elementos que cuidan o “nutren” a las personas, en el sentido que
les otorgan los elementos físicos y simbólicos imprescindibles para sobrevivir en sociedad. Así, el cuidado refiere a los bienes y actividades que permiten a las personas
alimentarse, educarse, estar sanas y vivir en un hábitat propicio. Abarca por tanto al cuidado
material que implica un trabajo, al cuidado económico que implica un costo y al cuidado
psicológico que implica un vínculo afectivo
Asociarle al término cuidado el concepto de economía implica concentrarse en aquellos
aspectos de este espacio que generan, o contribuyen a generar, valor económico. Es decir, lo
que particularmente interesa a la economía del cuidado, es la relación que existe entre la manera
cómo las sociedades organizan el cuidado de sus miembros, y el funcionamiento del sistema
económico.