Por Ana Sugranyes
Este libro responde a la esperanza y al llamado a unirse bajo la bandera
del derecho a la ciudad, dándoles la palabra a actores muy diversos que luchan
por el derecho a la ciudad. Esta diversidad de puntos de vista, discursos, culturas,
experiencias es el hilo conductor de esta publicación. Proponemos articular
las diferentes ideas y hacer converger las diferencias hacia un mismo objetivo:
el derecho a la ciudad como bandera de lucha contra el neoliberalismo. No estamos
hablando de una abstracción ideológica, sino que nos referimos a los efectos
sufridos por los habitantes en su cotidianidad, pensando, por ejemplo, en el
no acceso a la tierra y los servicios, la inseguridad de la tenencia, los desalojos;
todo estos generados por múltiples causas, las privatizaciones, la especulación
inmobiliaria, los mega-proyectos y mega-eventos, los abusos y tráfico de poder, la desregulación del espacio público, la planificación urbana para los intereses de
unos pocos.
Así, se plantea la idea de apropiarse del derecho a la ciudad como propuesta
política de cambio y alternativa a las condiciones de vida urbana creadas por
las políticas capitalistas, hoy neoliberales. Según Purcell, “El derecho a la ciudad
de Lefebvre implica reinventar radicalmente las relaciones sociales del capitalismo y la
estructura espacial de la ciudad”. Es así como Lefebvre afirmaba que “el derecho a
la ciudad no puede concebirse como el simple derecho de visita o de regreso a las ciudades
tradicionales. Puede formularse solamente como derecho a la vida urbana, transformada,
renovada”.
Esta reformulación de la vida urbana propone mayor equidad, donde la
mayoría de los habitantes logren ser felices y solidarios, generando y redistribuyendo
los beneficios de la ciudad para todas y todos. Somos conscientes de
los desafíos de esta aspiración de justicia social; algunos las llaman quimera o
ilusión. Nosotros la llamamos utopía indispensable para otro mundo posible.
En esta gran tarea de (re)inventar condiciones del “buen vivir”6 –como lo
reclaman los indígenas andinos quechuas y aymaras– es imprescindible construir
estrategias globales para crear otra ciudad y otras relaciones humanas. Los
movimientos sociales, como dijo Harvey, juegan en eso un importante papel a
través de sus luchas cotidianas por una sociedad más igualitaria, y específicamente
por una ciudad más justa.