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01. ¿Por qué proponer un foro por una nueva gobernanza mundial?

01. ¿Por qué proponer un foro por una nueva gobernanza mundial?


Hoy en día, decir que la gobernanza mundial está en crisis se ha vuelto un lugar común. Los ciudadanos se dan cuenta perfectamente de que las tensiones, los conflictos y las guerras persisten, que las instituciones nacionales, regionales y mundiales son impotentes y que su papel se limita a evitar un deterioro irremediable de las condiciones de vida y de subsistencia de las poblaciones. Los fundamentos conceptuales e ideológicos de esas instituciones se apoyan en las relaciones entre Estados Nacionales y remiten a una ideología del Estado que apareció en Europa en el siglo XVII y cuyo modelo se ha ido extendiendo progresivamente al mundo entero. Pero ese modelo ya no puede concebirse hoy sin una refundación de los Estados nacionales mismos, sin una redefinición de su papel, de sus modos de funcionamiento y de su articulación con los demás órdenes políticos.

Pero en primer lugar, ¿qué es la gobernanza mundial? Más allá de las definiciones más o menos complejas, y a veces útiles, de lo que puede ser la “gobernanza mundial”, más allá de las concepciones más o menos subjetivas de lo que este concepto abarca, preferimos pensar en la gobernanza mundial simplemente como la gestión colectiva del planeta, concepción que tenga tal vez el defecto de ser un poco amplia pero que permite, en cambio, explorar todas las dimensiones de lo que puede ser, de lo que podría ser, la gobernanza mundial, sabiendo que esta última supera en todas las formas el marco restrictivo de lo que fueron las “relaciones internacionales”, único prisma a través del cual, hasta hace poco tiempo, se percibían y se conjugaban obligatoriamente todas las relaciones que superaran el estrecho campo de la entidad política dominante, la del Estado-nación.

Que los conflictos entre las sociedades generen tensiones e incluso guerras ha sido un hecho recurrente durante largos períodos de la historia de la humanidad. Pero en este comienzo del siglo XXI, las incontables tensiones insuficientemente reguladas y el agravamiento inédito de la relación entre las actividades humanas y la biosfera han alcanzado niveles tales que comprometen la supervivencia de la humanidad. Esto ya no es catastrofismo. Las poblaciones que padecen guerras, hambre, migraciones forzadas, inundaciones y atentados son testimonio de ello. A las guerras lanzadas por los Estados y a los desarreglos del medioambiente ecológico podemos agregar las redes mafiosas de tráfico de drogas, de niños, de mujeres y de hombres que se desplazan por millones en busca de un lugar donde poder soportar un poco mejor las duras condiciones de la existencia cotidiana. En barrios pobres de algunas ciudades, grandes y pequeñas, de todos los continentes, existen verdaderas guerras sociales, más o menos abiertas, que son una expresión permanente de la exclusión y de las desigualdades económicas y sociales.

Las guerras y los conflictos con los cuales nos vemos confrontados en la actualidad tienen causas diversas: desigualdades económicas, conflictos sociales, sectarismos religiosos, disputas territoriales, control de los recursos fundamentales, tales como la tierra y el agua, etc. En todos los casos, ilustran una profunda crisis de la gobernanza mundial. Y aunque la cantidad de conflictos tradicionales entre Estados se haya reducido considerablemente en estos últimos años, los conflictos actuales no dejan por ello de ser violentos y de afectar, cada vez con mayor frecuencia, a las poblaciones civiles y a las regiones más frágiles.

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