Resulta imprescindible entender que ante todo, vivimos un profundo cuestionamiento ético de los fundamentos valóricos de la civilización. Los pueblos y ciudadanos en todo el mundo muestran su rechazo a un orden social producto de los valores dominantes. Debemos procesar los escepticismos, las incertidumbres y las esperanzas para avanzar a la definición de valores comunes y compartidos como especie humana, para garantizar nuestra supervivencia y sustentar la felicidad de los pueblos. Se trata de la necesidad objetiva de contar con sólidos pilares éticos, filosóficos y políticos sobre los cuales se puedan sustentar una nueva economía y una nueva política a toda escala, una nueva civilización centrada en la vida, una biocivilización.