Mientras se armaba el espectáculo de Rio+20, las instituciones internacionales y el mundo de las finanzas seguían confiscando tranquilamente las tierras que sirven a conservar la biodiversidad, la autosuficiencia alimentaria y, a fin de cuentas, la vida de sus habitantes para ponerlas al servicio de las empresas transnacionales. A esto lo llaman “adquisiciones de tierras a gran escala” para cubrir lo que en realidad es un acaparamiento de tierras, y pretenden elaborar reglas que de todas maneras no serían más que “voluntarias” en su aplicación. Existen algunas iniciativas para parar este proceso perverso, pero se trata de una batalla inmensa y cuesta arriba. Necesitamos detener el financiamiento de los acaparamientos de tierras en vez de intentar volverlos aceptables.