Por Roger Martelli
Antes de las elecciones francesas de 2007 y con la crisis política en el punto de mira de la opinión pública, el debate sobre las instituciones de la República adolece de profundidad. Las propuestas de los «principales» candidatos son especialmente vagas. De hecho, todos se atienen prudentemente a lo que ahora constituye una especie de consenso «blando»: fortalecer el papel del Parlamento y ampliar los mecanismos de participación ciudadana. Pero, ¿qué grado de reforma hay que aceptar y, sobre todo, con qué mentalidad? Cuando se desgasta la confianza en las instituciones, cuando la abstención alcanza cifras récord de forma sistemática, cuando el sentido del compromiso cívico vacila y cuando la extrema derecha corrompe el espacio público, el remedio homeopático ya no sirve.
Las instituciones sólo volverán a funcionar debidamente bajo una nueva estructura, a la medida de lo que se han convertido nuestras sociedades complejas e inestables. Una VI República en Francia está a la orden del día… Pero conviene exponer el porqué. Pensemos en una república menos presidencialista, por supuesto, no sólo más representativa (aunque resulte conveniente mejorar la representación). La sexta de una larga sucesión de repúblicas, la nueva República deberá ser la primera de un nuevo género: claramente social y participativa, explícitamente democrática y solidaria.
Si la izquierda no quiere dar vía libre a la unión corrupta del orden y de la competencia «libre y no falseada», entonces no puede dejar de lado la reforma de las instituciones, y deberá hacer que esta reforma sea coherente con el proyecto de una sociedad donde el desarrollo de las personas prime sobre los imperativos financieros. Esto implica la adopción de medidas severas, capaces de darle sentido a un proyecto político.
Fuente : Collectif 29 Mai
_ www.collectifdu29mai.org
Por Roger Martelli