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03. Un sistema multilateral

03. Un sistema multilateral


El sistema de gobernanza mundial que el mundo necesita urgentemente será multilateral o no será nada. Pero actualmente las confrontaciones se vuelven múltiples y recurrentes y el multilateralismo económico, político y militar se ve obstaculizado por tensiones belicistas e ideologías excluyentes. En consecuencia, sigue siendo difícil en la actualidad sentar las bases reales de nuevas instituciones adecuadas en todas las escalas de la gobernanza, desde lo local hasta lo mundial.

En este contexto, los aparatos estatales, tanto ejecutivos como legislativos o judiciales, heredados del pasado no permiten responder a la complejidad de las sociedades contemporáneas y, a menudo, la corrupción penetra profundamente la gestión de las empresas privadas y de las esferas públicas. El abismo que separa a la sociedad civil de las instituciones públicas se ha ahondado peligrosamente en la mayoría de los países. El resultado de ello es que incluso el sistema institucional existente, y junto a él la noción de democracia, son puestos en tela de juicio. Los partidos políticos mismos se muestran incapaces de reflejar a una ciudadanía cada vez más compleja. La democracia participativa requiere de movimientos fuertes, pero esos movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil no resuelven la cuestión central de la legitimidad del poder en la sociedad y son ellos mismos incapaces de dar una nueva energía a la democracia. A menudo sólo sirven para transmitir reivindicaciones corporativistas.

El riesgo político que implica una situación de este tipo es evidente. Hay un enorme déficit de reflexión política estratégica al respecto. La historia reciente muestra que un sistema institucional participativo no solamente es más justo, sino también más eficaz que un régimen autoritario. ¿Pero cómo invertir la tendencia actual al descrédito de la democracia, tanto en el imaginario social como en las prácticas políticas?

Por supuesto que hay avances puntuales. En diversos lugares podemos identificar innovaciones económicas, sociales, tecnológicas o culturales prometedoras, sobre todo a nivel local. Hay que reconocer sin embargo que no llegan a invertir la tendencia generalizada hacia un agravamiento de los conflictos y un deterioro irreversible de la relación humanidad-biosfera.

Tenemos que refundar la gobernanza mundial. Para lograrlo, hay que superar los fundamentos conceptuales e ideológicos del sistema actual. Entre las innovaciones a implementar, es indispensable apoyar el surgimiento de un nivel regional, intermediario entre los Estados y el mundo. El ejemplo de la construcción europea no debe desmerecerse por las estériles tensiones entre Estados. Europa ha sido un esfuerzo histórico de construcción de un orden supranacional fundado sobre la convergencia económica y el derecho comunitario. Los procesos de negociación y de decisión deben privilegiar la escala regional. Tal es el caso, particularmente, para la reforma, inevitable, del Consejo de Seguridad de la ONU. El mismo debería ser un directorio constituido por representantes de las regiones del mundo. Cada país de una región garantizaría la presidencia por rotación y, en consecuencia, la representación en las negociaciones internacionales.

Para hacer frente a los retos actuales necesitamos la acción de todos. Las comunidades plurales se instituyen desde la escala de la vecindad hasta la escala planetaria. La diversidad cultural es un fundamento esencial de la comunidad mundial, la unión de nuestras diversas comunidades políticas, religiosas, asociativas, etc., es una condición indispensable para construir un nuevo sistema de gobernanza legítimo, responsable y solidario.

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